CIUDAD, POLÍTICA E IMAGINARIOS: Diálogos sobre Ciudad e Identidad Arquitectónica.

Lo Urbano como Crítica Política.

En nuestro país, como en el resto de Iberoamérica, se percibe una ambigüedad entre vivir la ciudad y tratar de entenderla; la ciudad como lugar común ha originado diversas lecturas sobre la reflexión de la realidad arquitectónica y urbana y las circunstancias políticas en su desarrollo; en el siglo XXI el debate no parece haber perdido ni un ápice de interés por parte de los intelectuales y críticos de la ciudad, sobre todo de la denominada ciudad contemporánea, y más aun, de la ciudad latinoamericana contemporánea. En su libro Arquitectura y Política, por ejemplo, Josep Ma. Montaner y Zaida Muxi ilustran el juego de situaciones controlables e incontrolables de sociabilidad que componen la vida en la ciudad, la arquitectura y la política, en las relaciones entre estas definiciones, que por obvias y redundantes no son fáciles de tratar y actualizar de manera sistemática y crítica:

“En este sentido de un proyecto crítico, la interpretación que se desarrolla surge, necesariamente, de una visión heredada que arranca en el marxismo, continua en las rupturas epistemológicas de la Escuela de Francia (Walter Benjamin, Theodor W. Adorno, etc.) y la eclosiona en las propuestas situacionistas y en el gran cambio social y de costumbres que se visibilizó alrededor del mayo de 1968, no solo en París, sino en otros muchos lugares del mundo. Aunque muchas de sus críticas  fueran integradas mas tarde dentro del sistema, las reivindicaciones del Mayo del 1968 constituyeron una aportación de mucho peso, pues sentaron un fuerte precedente de puesta en duda de una autoridad que pretendía imponerse sin argumentos, y ello significo un cambio irrevocable hacia sociedades más libres y más exigentes. La cultura y sociedad francesas han tenido una especial habilidad para situarse, casi siempre, al frente de los acontecimientos históricos, con su visión del mundo: el cartesianismo, el estructuralismo y el posestructuralismo. Sin embargo, el futuro radica en otras interpretaciones que surjan del contexto poscolonial, de las periferias y, en nuestro caso, del arco común cultural latino, desde el Mediterráneo hasta América Latina.”[1]

El carácter fugaz, espontáneo, escurridizo y auto-reivindicativo de lo urbano como crítica política y su desborde permanente por preservar y fomentar un orden urbano a modo de lucha contra la neurosis simbolista y hegemónica de las clases opulentas con las vanguardias arquitectónicas desarrolladas durante la segunda mitad del siglo XX en Europa y su diáspora hacia América, en su búsqueda de prestigio social se resuelve en la apología de lo incontrolable y de la ciudad como un constante asalto de acontecimientos efímeros que subyace a no pocos intentos de ponerle palabras a hechos inefables, diferenciación, incertidumbre y espacios líquidos atraviesan la obra nunca terminada que es la ciudad y si la ciudad es una experiencia en el imaginario[2] general, los intentos en política por dar cuenta de lo que acontece en la ciudad, suele implicar una reducción sistemática de la vida urbana a procesos, fenómenos, causas, productos, posibilidades y propiedades que detienen la representación en su fisiología y de los hechos urbanos más llamativos o más desapercibidos (la saturación de personas en un lugar o una mujer paseando en bicicleta); de hecho, el imaginario de la ciudad y de lo urbano-arquitectónico como objeto de estudio categoriza una serie de circunstancias tan recurrentes que parecen inevitables: las vanguardias arquitectónicas del siglo XX, específicamente las del movimiento moderno.

Aquí la palabra vanguardias es el límite del ensayo, debido a que el debate o el diálogo estará centrado en este ámbito y su relación con la ciudad; y así la ciudad, siendo siempre algo más que su propia forma, su estructura, su paisaje o su contexto, sin arquitectura y sin política pierde su sentido. Se da entonces la paradoja de que, conociendo la ciudad, el análisis de las vanguardias y las políticas implementadas se torna predecible; las políticas implementadas durante el siglo pasado, deambulan entre la ambivalencia y la hipocresía, debido a que, en cierta medida el racionalismo y el funcionalismo, surgieron en un periodo donde lo que se intentaba era tener control político, es decir, idealizar un futuro racionalizado y simplista, mecánico. Esto no es, sin embargo, ninguna novedad, diferentes autores e intelectuales han revelado, al abordar el estudio de la ciudad y de las tendencias arquitectónicas del periodo y el desarrollo del movimiento moderno en nuestro país, una resolución con convicción: racionalizar la arquitectura en un periodo de cambios políticos resultaba fútil por una situación lógica, México carecía de identidad arquitectónica, sobre todo después del movimiento del nacionalismo postporfiriano.

Por otro lado, el desarrollo de la arquitectura en la ciudad ha sido anárquico, sin embargo ello no implica que los únicos ejemplos -o todos- rasguen la complejidad, ni tampoco que dichos objetos arquitectónicos sean irrelevantes. En la arquitectura y en sus límites encontramos nuestros imaginarios, que son a la vez la realidad y nuestro conocimiento de la misma. Más aún, la propia ciudad, la arquitectura y la política nos impactan actualmente con manifestaciones de fenómenos o hechos urbanos que son implacables en su simplicidad: pobreza extrema, apropiación ilegal del suelo, desalojos violentos, urbanizaciones de lujo, arquitectura de consumo, la cuarta generación del espacio, que involucra el abandono del espacio público y la generación de conceptos como antiespacio, el no lugar, y el ciberespacio, etc. Los asentamientos humanos (regulares o irregulares), las políticas públicas, la arquitectura hegemónica y la regional, el urbanismo racionalista u organicista desde esa utopía que es la ciudad, se han propuesto sugerentes discursos para comprender tanto el exceso como la simpleza de lo que ocurre en las ciudades Iberoamericanas. Y en este panorama (para comenzar a justificar buena parte este ensayo), ¿dónde encontramos la política?

Globalidad vs. Regionalismo.

Al abordar la ciudad, las formas de simplificación que tradicionalmente han generado las vanguardias posmodernas se inscriben en relatos y retóricas no siempre comprensivos, sobre todo si atendemos a la tradición y la búsqueda de identidad, percibimos que dejan por lo general bastante que desear, en buena medida porque suelen dejarse del imaginario por el rechazo al racionalismo y funcionalismo y se limitan a la mera descripción.

“El movimiento moderno tiene origen en las mismas exigencias que han determinado la experiencia del historicismo; en la diferente distribución de la demanda de los bienes arquitectónicos -es decir, en el aumento de la producción edilicia, en una mayor escala y velocidad de los cambios en el ambiente urbano y rural, en la posibilidad, transformada en un hecho concreto por la industria moderna, de que los bienes culturales sean distribuidos a todo el mundo en igual medida, antes que repartirlos según la tradicional organización jerárquica de la sociedad- y en la nueva actitud crítica, mediante la cual sólo el mencionado programa de distribución llega a ser razonable.

Como sucede a menudo, el remedio a una situación difícil se halla profundizando las razones que produjeron la dificulta; el espíritu científico interrumpió la continuidad de la tradición clásica y descompuso el problema arquitectónico en sus componentes abstractos; pero también hizo posible la búsqueda meditada de una nueva orientación y de un nuevo método, capaz de restablecer la integridad de la experiencia arquitectónica y del ambiente de la ciudad moderna.”[3]

En consecuencia, la diferencia esencial entre la arquitectura del movimiento moderno, su evolución y el eventual rechazo a éste, en el actual quehacer arquitectónico, es la actitud hacia la simbología, al imaginario; el interés decreciente en la dimensión simbólica resulta evidente, decir que los arquitectos están persiguiendo una arquitectura sin alusiones metafóricas o simbólicas no supone implicar que ya no exista significado, sino que la tendencia de las mencionadas corrientes por encontrar significado escondidos en todas partes se ha convertido en algo superfluo por la simple razón de que dicho significado casi nunca existe; la desaparición de aquella tendencia compulsiva por construirlo todo en términos simbólicos, no solo ha liberado al arquitecto de la onerosa carga de seguir produciendo arquitectura profunda, sino que ha permitido a los arquitectos, críticos e historiadores contemplar la arquitectura de manera diferente por el hecho de que las cosas se aceptan ahora fenomenológicamente por lo que son.

“No hay arquitectura sin concepto. Una idea general, un diagrama o un esquema que da coherencia e identidad a un edificio. El concepto, no la forma, es lo que distingue a la arquitectura de la mera construcción. Sin embargo, no hay arquitectura sin contexto (excepto para la utopía). Una obra arquitectónica esta siempre situada o “en situación”, localizada en un sitio. El contexto puede ser histórico, geográfico, cultural,  político o económico. No es nunca solo un asunto visual, o lo que en los años 80 y 90 se llamaba “contextualismo”, con cierto conservadurismo estético implícito. Dentro de la arquitectura, el concepto y el contexto son inseparables. Frecuentemente, también, están en conflicto. El concepto puede negar o ignorar las circunstancias que lo rodean, mientras que el contexto puede oscurecer o difuminar la precisión de una idea arquitectónica. ¿Debería prevalecer alguno de estos dos términos sobre el otro? La historia de la arquitectura abunda en debates entre los partisanos de la tabula rosa -el concepto- y aquellos del genios loci -el contexto- o, dicho de otro modo, entre conceptos genéricos y específicos. La respuesta puede descansar no en el triunfo de uno sobre otro, sino en explorar la relación entre ambos. Como punto de partida, es útil ver tres maneras básicas que tienen de relacionarse con texto y concepto: indiferencia: son de una idea y su situación se ignoran absolutamente entre si -un tipo de collage accidental en el que coexisten pero no interactúan. El resultado pueden ser tanto yuxtaposiciones poéticas como imposiciones irresponsables. Reciprocidad: donde el concepto y el contexto interactúan muy cercanamente, complementándose, pareciendo mezclarse en una entidad continua sin fracturas. Conflicto: donde se hace chocar estratégicamente el con concepto con el contexto, en una batalla de opuestos que los obliga a negociar su propia supervivencia. Estas tres estrategias son validas como aproximaciones arquitectónicas. Seleccionar la adecuada para un proyecto dado es parte del concepto. Si estamos de acuerdo en que concepto y contexto invariablemente están relacionados, la pregunta que surge es si un concepto puede contextualizarse o, viceversa, si un contexto puede conceptualizarse. Contextualizar el concepto significa adaptarlo a las circunstancias de un sitio o situación política particular. Conceptualizar el contexto significa transformar las idiosincrasias y restricciones particulares de un contexto en la empuja el desarrollo de una idea arquitectónica o concepto, algo no muy diferente de la táctica del practicante de judo que utiliza la fuerza de su oponente para su propia ventaja.”[4]

A pesar de que la etapa hegemónica de las vanguardias en el campo de las artes visuales concluyó hace ya mucho tiempo, la cuestión de la abstracción y el minimalismo, no han perdido ni un ápice de interés y vigencia, hasta el punto de que para muchos arquitectos la abstracción o el minimalismo, siguen siendo una referencia y a menudo, un objetivo. Al hablar de ambas corrientes, parece inevitable referirse al mundo de la pintura y la escultura respectivamente, y tras la definitiva derrota de la figuración posmoderna que hizo verdaderos estragos, convirtiendo la tarea del proyecto en una especie de baile de disfraces esperpéntico e inconsistente; resulta conveniente esquematizar el origen de estas vanguardias como la actitud reaccionaria ante el posicionamiento historicista y ornamental; dando como resultado la creación de una subcultura, de un sub-movimiento, que pugnaba por el reordenamiento del arte en general, ya que si bien estas vanguardias resultan en ejemplos arquitectónicos adecuados, iniciaron como representaciones plásticas ajenas a la creación del espacio, a finales del siglo XX, en esa continuidad hegemónica de los precedentes del movimiento moderno, el deconstructivismo surgió hacia 1990 como una supuesta ruptura con la Posmodernidad, en el fondo, el deconstructivismo, no es más que el reverso manierista de las nociones posmodernas de lugar, identidad y significado; un reverso que, aunque ponga a dichas nociones bajo otro enfoque, las reconoce igualmente como fundamentales. En ese sentido, el deconstructivismo, descansa sobre el pedestal del significado simbólico, a la vez que la forma arquitectónica se concibe como metafórica.

Muchas ciudades en la actualidad tienden a reconfigurarse en el cruce entre el ámbito financiero, los designios del mercado inmobiliario, la innovación tecnológica, los desarrollos tecno-organizativos, los movimientos migratorios, la segregación socio-residencial, la rentabilidad del marketing del diseño urbano y las políticas “estratégicas” de gestión de la economía urbana; pero también lo hacen en torno al modelo arquitectónico imperante en la globalidad arquitectónica, de una u otra manera el movimiento moderno sigue siendo tomado en cuenta. Estas vanguardias (racionalismo y funcionalismo), han intervenido en la transformación material de la ciudad, pero sobre todo instituyen modalidades de exclusión urbana, rechazan la naturaleza y las funciones del espacio público se subyugan a sus designios, de la misma manera moldean formas de práctica arquitectónica cotidiana en la ciudad. El movimiento moderno, desde su propia identidad en la ciudad, ha tendido sin embargo a trabajar al margen de la historia. En su lugar, la mayoría de los arquitectos ajenos al esquema del movimiento moderno han limitado sus modos de investigación a la mera descripción, teorización, modelización y aproximación empírica descontextualizadas del racionalismo y funcionalismo fundamentalistas.

Carlos González Lobo, hace referencia a estas condiciones de evolución de la arquitectura desde una visión critica del avance no solo arquitectónico, sino político dentro del marco de la ciudad en tres cuestiones relevantes, que a su juicio y en acuerdo con el, son relevantes en la reflexión para este ensayo:

Las ciudades (lo urbano) se convirtieron durante este periodo, en lugar de residencia de la amplia mayoría de la población Iberoamericana;

La arquitectura en la realidad actual Iberoamericana parece oscilar entre dos tendencias fuertes: la que se centra en el discurso y la que pone el acento a la satisfacción y

Los cambios anotados nos llevan a señalar en el interior de la practica arquitectónica Iberoamericana la presencia de por lo menos tres modos, no necesariamente antagónicos o excluyentes, de asumir el enfoque de la practica profesional de la arquitectura, dese su interior como oficio.[5]

En el marco de su “Otra Arquitectura”, González Lobo (2013), destaca cómo algunas variedades de acción y experiencia arquitectónica son privilegiadas por encima de las otras arquitecturas del denominado bloque hegemónico europeo. La orquesta moderna que reúne al conjunto de vanguardias comunes en la lógica y la técnica produjo monótonas células habitacionales repetibles y ciudades poco amigables con el ciudadano común; así como la falta de planes de desarrollo y hasta la exclusión del individuo de origen por personas de estrato social más alto. En perspectiva crítica, esta coyuntura ciudad-arquitectura-política justifica hacer una crítica a dichos estándares maquinistas desde todos los ángulos posibles; como sintetiza François Ascher:

“La modernidad salió tambaleándose del siglo XX y el paso al año 2000 dio pie a numerosos comentarios y reflexiones que subrayaban, al mismo tiempo, ­-progresos- realizados en los cien años que acababan de terminar y los dramas que el mundo había sufrido, proporcionales a dicho progreso y que por ello se colocan en el pasivo de la modernidad. Es cierto que la modernidad ha sido siempre objeto de reacciones hostiles de todo tipo. Pero, desde hace unos treinta años, la crítica ha tomado una nueva forma llamada posmoderna. Esta noción mete en el mismo saco a filósofos, sociólogos -que creen discernir los signos de una crisis radical y de la superación de la modernidad- y artistas, especialmente a los arquitectos que se han implicado en un proyecto posmodernista bajo la forma de critica de la estética funcionalista.”[6]

La ciudad Iberoamericana contemporánea -espejo de esta sociedad y de sus procesos de cambio- se presenta como un entorno ideal para acometer esta tarea de crítica fundamental; a contraluz, por tanto, de la corriente moderna propiamente hegemónica, el presente ensayo incluye un conjunto de contribuciones orientadas a la reflexión crítica sobre los hechos urbanos (económicos, históricos, sociales, ideológico-culturales, utópicos, tecnológicos) que configuran la relación contemporánea ciudad-política-arquitectura. Dos son los propósitos que motivan la redacción de este ensayo, primero ofrecer un material crítico para problematizar (cuestionar, repensar, rebatir) los fundamentos teóricos y/o conceptuales y/o contextuales que sustentan la intervención urbana tradicional en contraposición con la intervención contemporánea; y segundo, potenciar la crítica imaginativa como riguroso instrumento de investigación de la realidad urbana, frente a la lógica del proceder actual de los críticos y analistas de los tópicos: arquitectura, urbanismo, ciudad y política.

La Lectura de la Continuidad.

La sección de lecturas se abre con la aportación de Josep Ma. Montaner y Zaida Muxí, Arquitectura y Política. Ensayos para Mundos Alternativos, con esta propuesta los autores abordan la cuestión de la política y su relación intrínseca con el urbanismo y la arquitectura, el atinado debate propuesto por los autores, en el entendido de que para hacer ciudad es importante entender la relación que existe entre los elementos antes mencionados, en esta figuración sobre procesos políticos  y su relación ulterior con los hechos urbanos. El texto contribuye al análisis de las interrelaciones entre lo social, lo urbano y lo arquitectónico al rescatar la dimensión política, históricamente situada y socialmente contestataria de los hechos urbanos relacionados con la transformación de la ciudad, pone en valor la controversia, frente a un asumido consenso sobre la participación ciudadana como legitimación de políticas urbanas a pesar de los modelos capitalistas y neoliberales del mundo contemporáneo; cualquier parecido con la realidad ¿es pura y mera coincidencia? Seguramente, el lector sabrá sobre la falta de políticas públicas en ciertas regiones de nuestro país o en otras latitudes iberoamericanas, también sobre la participación en procesos urbanos se centra la investigación realizada por Gustavo Romero Fernández, Participación, Hábitat y Vivienda, la tesis presenta un conjunto de reflexiones derivadas de la experiencia concreta de participación ciudadana.

Partiendo de una descripción histórica y social del barrio donde se sitúa esta experiencia, las reflexiones giran en torno a la flexibilidad en el uso y aplicación de los métodos de investigación-intervención participativa y sobre las relaciones derivadas entre los actores del proceso, cierra con un debate entre los marcos disciplinares sobre los que gira el proceso de transformación urbana, planteando la complejidad y las dificultades que surgen en el proceso por tanto, el texto es rico e indispensable en el análisis de la ciudad latinoamericana contemporánea, las aportaciones son sin duda, una lectura obligada, se expresa una preocupación valida de los fenómenos relacionados con la ciudad, el hábitat, la sociedad y la propia arquitectura; de la vivienda como paradigma social fundamental y no sólo desde el punto de vista romántico del oficio del arquitecto, esa visión romántica, pareciera referirse de alguna manera a lo que muchos conocemos con el ideal del trabajo del arquitecto, escuelas, cuerpos colegiados, instituciones y hasta figuras de la política a nivel internacional han intentado ver nuestro trabajo de esta manera, en ese sentido, en el trabajo realizado por Leonardo Benebolo, Introducción a la Arquitectura, se establece que durante el siglo XIX se dio el primer intento por “internacionalizar” a la arquitectura, desde su fundamento simbolista de la recuperación histórica en un periodo de caos, el intento por dar ordenamiento a la forma y por ende a las ciudades; la primer aproximación a un “Estilo Internacional”, en la que es indispensable entender las relaciones políticas generadas, sobre todo en las cortes europeas, del sucesivo neoclásico como modelo de homologación arquitectónica y la evidente catarsis formal del pasaje del historicismo al movimiento moderno que ya no puede ocurrir por evolución, sino por crisis; el movimiento moderno tiene origen en las mismas exigencias que han determinado la experiencia del historicismo, es decir, la diferente distribución de la demanda de los bienes arquitectónicos, en el aumento de la producción edilicia (romántica), en una mayor escala y velocidad de los cambios en el ambiente urbano y rural; por lo que vale la crítica de estas posturas políticas, de las cuales todos hemos sido testigos; véase el emplazamiento del Museo Soumaya, en la Ciudad de México, obra del arquitecto Fernando Romero, aun y cuando no seamos parte del fenómeno arquitectónico de manera directa.

Por ejemplo en Vivienda y Ciudad Posibles, presentado por Carlos González Lobo, se enmarca el ámbito de la sostenibilidad urbana iberoamericana, el autor analiza los mensajes comunicativos que proporciona el entorno urbano de las ciudades posicionada en la actual sociedad de consumo en Iberoamérica y plantea una forma novedosa de pensar la ontología misma de la realidad urbana y las epistemologías convocadas por los procesos políticos relacionados con la intervención sobre “lo urbano”, desde esta voluntad, el texto aborda conflictos urbanos específicos para problematizar las características nociones dicotómicas de la modernidad (sujeto-objeto, naturaleza-sociedad, técnica-política, etc.) como formas presuntamente adecuadas de analizar lo urbano y los procesos político-técnicos que lo constituyen y dan forma. Critica de manera lúdica los fenómenos mediáticos producidos por el High Tech y el Deconstructivismo y lo compara con el quehacer del arquitecto e invariablemente con la ciudad, seguramente todos hemos sido testigos de los conflictos formales y funcionales, ya sea en la forma o en la estructura de alguna ciudad que hayamos visitado en algún momento. Un caso similar se ha presentado en la Ciudad de Pachuca, y tiene que ver con la contradicción entre la generación de una zona urbana de alta plusvalía y a su costado, la existencia de una zona económica media baja. En ese mismo orden de ideas François Ascher en Los Nuevos Principios del Urbanismo dice que para reivindicar en una forma más comprensiva (y políticamente justa y atinada) de reconceptualizar los hechos urbanos como intervenciones sobre la ciudad y las actividades humanas, donde lo técnico y lo político deben ensamblarse precisamente cuanto más tratan de separarse; en las primeras fases de la modernidad, esta no es un estado, pero tampoco es un proceso continuo y es posible distinguir tres grandes fases de la modernidad, aunado a esto, la modernidad dio lugar a una verdadera revolución urbana. El urbanismo moderno pondrá a la industria en práctica desde finales del siglo XIX bajo forma de zonificación, que mas tarde Le Corbusier y la Carta de Atenas llevaran al límite; en la manera de cómo se experimenta la ciudad y, eventualmente, la arquitectura, cada persona –incluidos “los expertos”- reconocen estas circunstancias.

En este mismo orden de ideas, en La Arquitectura como Experiencia, Alberto Saldarriaga Roa desarrolla el argumento central de que se extiende la idea según la cual la arquitectura ha originado una serie de experiencias lúdicas para su propio asentamiento y expansión, y en ese desarrollo ha convertido al sujeto en un ejercicio de legitimación del derecho a excluir o a integrar al sujeto viviente y al sujeto sensible, o al inerte e insensible, la relación entre esos dos cuerpos se establece en varios planos. En este mismo orden de ideas, el texto se alinea con tendencias de análisis de la música y su relación con la generación de atmósferas, atmósferas que han propuesto sensaciones alternativas para la interpretación de las dinámicas del espacio; con esta idea de las sensaciones, que todos experimentamos, estemos educados en arquitectura o no, Carlos Mijares Bracho, en Tránsitos y Demoras. Esbozos Sobre el Quehacer del Arquitecto, abarca el complejo entramado de características que definen al espacio arquitectónico, donde la cultura, las prácticas de percepción y el imaginario, el diseño de las formas urbanas y la producción del contexto se combinan formando un ensamblaje para la puesta en valor de la lectura sobre la arquitectura. El autor realiza una reconstrucción temática de la percepción del espacio y del tiempo como fuentes de la creatividad y el concepto hacia la lectura de las ciudades y la arquitectura. Para ello, sitúa el foco en los ensamblajes producidos por la historia de las ciudades: Tikal; Teotihuacán y Säynätsalo; aun y cuando esta ciudad no es parte del ideal “Iberoamericano”, las anteriores si, y observamos el lenguaje de las atmósferas, después de todo, esas ciudades prehispánicas están relativamente cerca y podemos tener dicha experiencia intentando leer esas ciudades, en relación a la lectura de las ciudades el texto de R. Gutiérrez, Arquitectura e Urbanismo Iberoamericano, que se sitúa deliberadamente en la intersección entre dos corrientes disciplinares: la modernidad y la identidad cultural. Dejo al lector la valoración espacial de las intervenciones urbanas generadas por las políticas de recuperación abordadas en el centro histórico de la Ciudad de México.

Regresando al texto de Gutiérrez, y dentro de la primera corriente, entre dos orientaciones teóricas relacionadas: el modernismo y el movimiento moderno; concretamente, el texto pretende complicar, complementar y superar las aproximaciones discursivas al estudio de las formas arquitectónicas latinoamericanas mediante las cuales la subjetividad se constituye y se regula desde parámetros espaciales y geográficos, para ello, el autor se centra en los procesos de generación arquitectónica en América, procesos mediante los cuales, los estilos “modernos” utilizados en diferentes países de América Latina, consiguieron autorregularse, autodisciplinarse de manera que la lectura de dicha arquitectura moderna no es un símil de la europea por la circunstancia no solo geográfica, sino cultural, por último, pero no menos importante, en esta coyuntura de la ciudad, la política y la arquitectura, dialogamos con Pablo Escalante Gonzalbo y su texto: Nueva Historia Mínima de México, donde escribe sobre sobre la realidad de los procesos políticos, así como de las circunstancias económicas, sociales, militares y culturales que dieron lugar a la búsqueda de la identidad mexicana; el marco de referencia de las condiciones auténticas del desarrollo de dos movimientos que marcaron la vida de nuestro país, el primero y que parece ser el mas duradero, el Porfiriato, en donde explica de manera práctica las circunstancias en las que Porfirio Díaz conformó las estrategias necesarias para quedarse en el poder, pero mas importante aun, en el reconocimiento del pueblo -para bien o para mal- su búsqueda de nación la hizo a través de la negociación, lo que le permitió permanecer en ese halo de proteccionismo y otorgarle a nuestro país las herramientas para un desarrollo en un periodo de tiempo de cambios a nivel mundial, provenientes sobre todo de la Europa postindustrialista; en segundo término, la Revolución Mexicana, que sigue la línea de encontrar la identidad nacionalista, en esta parte, el autor describe de manera sublime la traición, el drama, pero mejor aun, la realidad de la ultima gran lucha mexicana, aunque para muchos, el concepto de esta lucha abarca también la etapa de los cambios políticos, socioeconómicos y culturales mas significativos; mas bien se define como un complejo proceso mediante el cual fue destruido el Estado oligárquico y neocolonial  de fines del siglo XIX y la conformación de la República, del dilema de la espera del nuevo caudillo, hasta la aparición del Partido Nacional Revolucionario. Resulta evidente y lógica la relación de estas lecturas; en cada una encontramos el pretexto perfecto para la conformación de este ejercicio; no significa que estos textos no sean nociones independientes que vale la pena tomar mas en profundidad y sumergirse en sus líneas hasta encontrar lo que se esté buscando, y no tomarlas a la ligera, sin embargo se convierten en el pretexto perfecto para la conformación de un diálogo entre ellas y la idea general de este ensayo, un dialogo imaginario con diferentes personalidades, estrategias, circunstancias políticas y sociales y que casualmente tienen en común el debate, la crítica, el análisis, la aportación filosófica y hasta práctica de la ciudad, la política, la identidad, las vanguardias, el imaginario, el diseño, la sociedad y por supuesto la arquitectura.

Consideraciones Finales.

El imaginario de las ciudades resume una curiosa ironía: a diferencia de la arquitectura, (ese incidir y proyectar el espacio interno y volúmenes), se trata aquí de componer el hueco, de transformar o arreglar el vacío, de conformar el espacio abierto; en cierto modo -los arquitectos- somos colaboradores en la creación de ese concepto misterioso que es la noción de lugar (Genius Loci), aquí la palabra colaborador, y multidisciplina son fundamentales, pues la verdadera creación es la producción participativa y comunitaria de un lugar inédito, de un sitio singular que se descubre y se desvela. La verdadera arquitectura de hoy busca la creación, no la recreación o reproducción de un determinado lugar, contexto o naturaleza sino una verdadera génesis a partir de muy diversos elementos, incluidos los naturales y con relación humanista, en suma este nuevo humanismo, que gire alrededor de las variables del sitio y su contexto, concebidos en términos de la política, la geografía, el territorio, la naturaleza y poética del lugar; el sentido del tiempo, concebido en término de la historia, los mitos, la evolución y la permanencia y por último el sentido de la integralidad, concebido en términos de un diseño que participe desde la generación de los problemas, que vea unitariamente a la ciudad y al medio ambiente y que se involucre fuertemente en las técnicas ambientales es lo que nos llevará a esta, una nueva creación de entornos sociales y de políticas públicas; aunque nos enfrentamos a una arquitectura del consumo, ligada al starsistem, y al hecho de su desdén ocasionado por el dominio del ambiente virtual que define al funcionamiento social, que ha originado la creación de obras paradigmáticas, más ligadas al arte conceptual y al hedonismo, que a las necesidades propias del hombre, o bien, a obras expresionistas que solo cumplen lo formal y se olvidan de los restantes principios vitruvianos, la realidad es que se debe generar una arquitectura con una intención de identidad; sin considerar a esto como una conclusión, dejo que sea el lector quien entre en diálogo con este documento, invitándole a que reflexione y de manera libre, valore su participación dentro de los hechos urbanos que se generen; no obstante, no quisiera terminar sin agregar una necesaria acotación al planteamiento del ensayo y un agradecimiento. La acotación obedece a la prudencia y a la voluntad de ser precavido en la modesta intención de aportar algo al magma de estudios sobre la ciudad y efectivamente, como el lector perspicaz habrá adivinado, no soy el primero en proponer una lectura al movimiento moderno, su evolución, transformación, su análisis y crítica, la intención de este ensayo debe percibirse, por tanto, como un paso más en esta dirección. En cuanto al agradecimiento, quisiera dirigirlo a Eduardo Torres Veytia, por dar un panorama alentador que diera salida a esta propuesta, y mi mas sincero agradecimiento también a Alejandro Suárez Pareyón, Ernesto Alba Martínez, Carlos González Lobo y Gustavo Romero Fernández por ser los encargados de abrir y permear mi pensamiento con sus extraordinarias palabras y conocimientos. Por último, no puedo dejar de dedicar tres líneas a los revisores del texto de este ensayo, al Dr. Vicente Rendón Hidalgo y el Mtro. Edgar Franco Flores, por su concienzuda y muchas veces abnegada tarea de escrutinio; sin ellos, sencillamente, este ensayo no existiría.






[1] MONATNER, Josep Ma. y MUXÍ, Zaida (2011): Introducción, Una visión heredada. En: Arquitectura y Política. Gustavo Gili, Barcelona. pp 21-22


[2] Por imaginario, se entenderá como el ideal o la utopía del concepto referido, ya sea de la ciudad, la arquitectura –y, en los términos de este ensayo- la política.


[3] BENEBOLO, Leonardo (1978): El Movimiento Moderno. En: Introducción a la Arquitectura. Revista de Autogobierno, UNAM. pp 53-54


[4] TSCHUMI, Bernard. Concepto, Contexto y Contenido. En: Sexto Congreso Internacional Arquine. (2005). Teatro Metropolitan, México D.F. 7 pp.


[5] GONZÁLEZ Lobo, Carlos (1988): La Arquitectura Actual en Iberoamérica. En: Vivienda y Ciudad Posibles. Escala, Bogotá, Colombia.




[6] ASCHER, François (2004): La Tercera Modernidad. En: Los Nuevos Principios del Urbanismo. Alianza Editorial, Madrid. pp 29-53

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